miércoles, 23 de abril de 2008

comentario segunda entrevista

Escrito por: Andrés Felipe Tapiero Ríos

La familia como núcleo de socialización instaurado en el seno de una sociedad en tanto unidad socioeconómica, permite a los miembros de un grupo humano establecer cierto orden social en su entorno, y en consecuencia, pautar modos de comportamiento, regulaciones de conductas, es decir, modos de ser y de estar inserto en el andamiaje social. El análisis aquí propuesto, busca integrar el abordaje teórico realizado frente a la acepción de “familia” con el testimonio de Gregorio Quiguanás; actor social[1] entrevistado con el fin de indagar sobre algunas funciones que cumple la “familia” en su caso particular; y cómo ésta se constituye en relación recíproca con el marco contextual del medio social en que se está inmerso.

Para tal propósito, ilustraremos algunas situaciones relatadas por Gregorio Quiguanás, en función de categorías analíticas que nos permita comprender cuál ha sido la idea de familia con la que este actor social ha explicado su manera de ocupar un lugar en la vida social; teniendo en claro que ella será no sólo producto de su trayectoria biográfica, sino de las transformaciones que la historia del medio social ha evidenciando en su devenir. Aunque la tipología de familias varías con la misma frecuencia de las sociedades en donde ella tiene lugar, existen una serie de rasgos que advierten cierta universalidad en las funciones que el núcleo familiar desempeña.

Si bien en algunos casos, el lugar que ésta tiene para la reproducción biológica, o para la regulación social, es más predominante, todas ellas tienen como característica transversal, la disposición de modelos referenciales o conductuales que facilitan al individuo aprehender una serie de instrucciones para cohabitar el espacio social con “otros”. Estos primeros referentes para los hijos, serían entonces, los padres. La institución familiar comprende de este modo, la transmisión de unos “saberes” que pueden explicar aspectos cotidianos de la vida diaria, hasta esquemas generales que ayudan a entender la existencia misma del sujeto. En este sentido, Francoise Heritiere señala que, “la familia conyugal (padre, madre, hijos) es la unidad residencial y económica elemental por medio de la cual ocurren la educación y la herencia.”[2]

Tomando en cuenta lo anterior, si nos remitimos a la narración biográfica presentada por Gregorio Quiguanás, la decisión sobre con quién casarse, aunque parece comprometer exclusivamente el ámbito personalísimo de los sujetos; vemos que pasa por el filtro de las figuras de autoridad, encarnadas en los roles de los padres. Como el relato lo manifiesta, en un momento de la trayectoria de vida de Gregorio, sus padres le indicaron con quién debía casarse. Al ir en su búsqueda, Gregorio se encontró con una serie de indicios que le dieron a entender que la mujer señalada por sus padres no tenía interés en casarse con él.
Después de negarse a casar con ella, huyó hacia Jamundí, en donde buscó refugio por haber desobedecido a sus padres. Este ejemplo, nos permite entender dentro de la estructura familiar, la directriz por la que atravesaban las decisiones. Los padres de Gregorio en este caso, proveen a su hijo una “referencia” sobre la manera cómo él debería enfrentarse a su vida futura; indicándole por consiguiente, cuál sería la mujer con la cual contraer nupcias. El matrimonio era entonces, y quizás aún hoy lo es, un modo de garantizar la preservación del grupo familiar en términos sociales y económicos.

Por lo tanto, la escogencia del cónyuge era vista como una decisión trascendental que debería tomarse por las figuras de autoridad, en la medida en que comprometía a la familia entera, y no al individuo. El casarse implicaba, en el caso de Gregorio y de muchas otras familias en la época, establecer un vínculo entre parientes. Según Carol y Melvin Ember, el matrimonio, generalmente en las sociedades tradicionales, se inscribe en una relación de reciprocidad, no sólo entre los cónyuges sino entre los miembros familiares de ambas familias[3]. Los derechos y los deberes no sólo se instituyen en función de la pareja, dado que las estructuras familiares en las sociedades tradicionales resulta ser más amplia y engloba las decisiones de los miembros del grupo.

En el caso de Gregorio, al menos frente al aspecto del matrimonio, la figura de autoridad parece estar más interiorizada por la madre, pues es ella la que radicalmente se opone a que él, después de haberse negado a casarse con la mujer que ya ellos habían convenido, decida casarse con una mujer mayor diez años. Para la madre de Gregoria ésta es una “mujer de segunda”, tanto según ella argüía a su hijo, por la edad y por haber tenido ya hijos con otro hombre. Pese a la negativa de su madre, Gregorio se casa con ella, logrando que sus padres aceptaran la decisión.

El calificativo de “segunda”, da cuenta del modelo de mujer, y en ese sentido, de familia, que los padres tenían contemplado para sus hijos. Es decir, el que fuera una mujer de la misma edad o más joven que el hombre, que no se hubiese casado antes o que hubiese tenido antes, representaba sin duda, un modo particular de concebir lo que debería ser una familia o alude al modo cómo tendría que conformarse.

Según lo relata, su madre decidió darle al final, la libertad para que fuera él quien determinara la mujer con que quería casarse. Impulsada por la idea de que, Gregorio tenía la edad suficiente para casarse y ya era además hora que lo hiciera. Incluso los tiempos para el matrimonio, pasaban por una decisión previamente consensuada en la familia; cuyo tiempo debería respetarse en aras de un reconocimiento social. Como la narración de Gregorio da cuenta, en la época, la celebración de un matrimonio era sobre todo para la familia del hombre, la oportunidad para convidar a grandes agasajos que duraban hasta el otro día, tanto a vecino como a parientes de tierras lejanas.

El matrimonio, y al menos así su forma ritualizada lo pone de manifiesto, era un acontecimiento en la vida de los hijos, al cual se le confería cierta importancia, no tanto por las implicaciones que este tenía en la vida del sujeto, como por las redefiniciones que él imponía en la vida socioeconómica de la familia. En este caso, vemos que el matrimonio implicaba para la familia de Gregorio, otorgar a una nueva familia, parte de su patrimonio; que en la mayor parte de los casos se trataba de tierras para que pudieran sembrar y construir su hogar.

Gregorio, explica que el matrimonio ocupaba dentro del grupo social en que se encontraba, un lugar de suma expectativa, puesto que los padres esperaban que la nueva familia se concentrara en la siembra de cierto tipo de productos, disminuyendo la carga al padre, y proveyendo nuevas fuentes de alimento que podrían ser compartidas entre familia. Nuevamente esta parte de la narración nos permite reconocer por qué la familia como conjunto socioeconómico posee tanta relevancia en el cuidado y protección que los padres brindan a sus hijos, mientras ellos “adquieren la conducta, las creencias y los valores culturales necesarios para la supervivencia y la de la sociedad”.[4]

La filiación a un grupo familiar para la supervivencia, se puede evidenciar así mismo en el relato, cuando Gregorio señala que tuvo que pedir permiso a los patrones de Matilde, su esposa, para poderse casar. Esto, dado que ella no tenía padres y trabajaba como doméstica en una familia distinta a la suya. Trabajo por el cual Matilde no recibía remuneración, ya que socialmente se aceptaba que una mujer o un hombre huérfanos pudieran pertenecer a una familia, y servir ya fuese en la producción de alimentos o en las actividades domésticas del hogar. El sujeto entonces, se inscribía a un grupo familiar que guiaba sus actividades cotidianas,

Ya en relación a la narración que el actor social realiza entorno a la distribución de roles dentro del hogar, podemos identificar aspectos como los siguientes: las ocho hijas, todas mujeres, se dedicaban bajo la dirección de su madre, a actividades relacionadas con el cuidado del hogar; mientras que era el padre, quien se dedicaba al cultivo de papa, yuca, arroz, quina, plátano, entre otros productos. Sin embargo, en este caso particular, Gregorio como sabía leer y escribir a diferencia de su esposa, ayudaba a todas sus hijas en las tardes a hacer las tareas. Esta situación, según Gregorio, se repetía en la mayoría de las familias de la zona, puesto que el acceso a la educación aunque limitado tanto para hombres como para mujeres, era más complejo para estas últimas.

No obstante, el actor social entrevistado enfatiza en que, a pesar de las mujeres poco tener que ver con las actividades se siembra, recolección y almacenamiento de productos, todos se levantaban a la misma hora, es decir, a las 5: 00 a.m. El desayuno, que variaba según los temporadas en que la cosecha se encontrara (si era maíz la preparación de arepas era más frecuente o si era plátano las tostadas eran muy usuales), debía tomarse antes de las seis y con todos los miembros de la casa ya bañados. Después de eso, cada uno se dedicaba a las diferentes ocupaciones del día. Aunque las niñas gozaban de cierto privilegio a la hora del almuerzo, por estudiar, siempre debían auxiliar a su madre en la limpieza de la cocina y en la preparación de los dormitorios y de la cena. En este sentido, los roles y la distribución de tareas tanto por la esposa como por el esposo, y de este modo, los hijos según el género, se distinguen bastante bien La familia, según Heritiere, en tanto cumple también con cierta función en la definición de roles en donde se muestra la representación que ellos tienen, a la luz de un grupo particular, dependiendo de si es masculino o femenino, “tiene más importancia que el sexo real de los individuos implicados en la unión[5]”.

Finalmente, otro aspecto que quisiera examinar, es el de los rituales que se acostumbraban a realizar y que el actor social con mayor nitidez recuerda. En especial, el ritual llamado la “colgada de la chucha”, que consistían en simular la forma de una chucha con paja, para colgarla antes de iniciar la construcción de una casa; y posteriormente, cuando la construcción hubiese terminado, destruirla a machetazos.

Según Gregorio, ésta era una manera de proteger el hogar, y alejar las malas energías de las parejas que se unían en matrimonio. Por tal motivo, la práctica sólo debía realizarse si la pareja se unía en matrimonio formal, de lo contrario, los mayores no veían ninguna necesidad en hacerlo. Este modo de organizar las actividades simbólicamente. Este orden es a la vez, un marco de creencias, de los símbolos expresivos y de los valores en virtud de los cuales los individuos definen su mundo, expresan sus sentimientos e ideas y emiten sus juicios.”[6] Así pues, la religiosidad funciona como un conjunto de creencias que “proporcionan el sentimiento reconfortante de que existe un propósito que trasciende a la vulnerable condición humana.”[7]



[1] Conviene aclarar aquí, que la noción de actor social es entendida desde la perspectiva de las ciencias sociales y humanas, como la conformación identitaria que un sujeto realiza de modo relacional en su grupo social. Por ello, es válido referir la noción de actor social, cuando a las complejas relaciones dialógicas con otros sujetos nos referimos.
[2] HERITIER, Francoise. Las sociedades humanas y familia. Tomado de la Enciclopedia francesa Universalis (versión CD-Rom). Traducido por Cristina Tenorio. 08-2001. Pág, 3.
[3] EMBER, Carol y EMBER, Melvin. Antropología Cultural. Ed. Prentice Hall. Madrid, 1997. Pág, 239.
[4] Op, Cit. EMBER, Crol y EMBER, Malvin. Pág, 235.
[5] Op, cit. HERITIERE, Francoise. Pág, 5.
[6] CARVAJAL, Arizaldo. Desarrollo y Cultura. Elementos para la reflexión y acción. Universidad del Valle. Facultad de Humanidades. Escuela de Trabajo Social y Desarrollo Humano. Cali, 2005. Pág, 36.
[7] MARQUÍNEZ, Germán; GONZÁLEZ, Luis José; BELTRÁN, Francisco y LÓPEZ, Emilio. El hombre latinoamericano y su mundo. Séptima edición. Editorial Nueva América. Bogotá, 1985. Pág, 355.

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