miércoles, 28 de mayo de 2008

“EL ARMA: MI SEGURO DE VIDA”

Por: Ximena Cabrera

Esto fue lo que me dijo uno de los caballos que hace parte de una pandilla de un barrio marginado al sur de la ciudad Santiago de Cali[1]. Casi no podía creer las palabras de este joven de veinte años, quien con un cigarrillo que consumía o mejor lo consumía, tan sólo cada tres segundos.

Sus ojos fijos en la gente que pasaba, como un león asediando su presa, porque como él me indico el trabajo nunca se descuida así uno no lo este ejerciendo todo el tiempo y para poder triunfar en la vida, hay que saber planear[2]. Yo no comprendía de qué manera él media si triunfo, ni que planeaba hasta que me reveló que él mataba a quienes no se dejaban robar. En ese momento pensé en cuantas familias no se han quedado esperando a uno de sus miembros, que no he llegado a casa, porque lo mataron por no entregar el celular, el dinero de sus bolsillos o cualquier otro objeto que se haya rehusado a entregar, cuando lo más valioso es la vida misma.

Sin embargo, mi intención era escuchar su historia y saber por ejemplo que era un arma para los jóvenes de las barriadas populares caleñas, que sentían al tener un arma, por qué y para qué la usaban. Así que dejé a un lado mis preocupaciones para poder conocer un trozo de su vida.

Así que, en medio de su discurso más bien cortante descubro que la realidad de calles caleñas no se aleja de la teoría de las aulas de clase. Por su puesto, son dos dimensiones distintas, claro esta, que hacen hibridación para comprender porque los índices de violencia e inseguridad son cada vez mayores en Cali y por supuesto en todo el territorio nacional.

Para esta oportunidad, recuerdo como la cultura: “es la forma de regular las relaciones humanas”[3]. Hacer parte de una zona de difíciles situaciones socioeconómicas, como la de la barriada popular que se investigó, donde los niños crecen con actos de violencia tanto al interior de su casa como en la esquina del barrio, lleva a sus propios habitantes a no cambiar su sistema de vida.

Es decir que, la cultura violenta, los robos, asesinatos a sangre fría y drogas, son episodios continuos, que llevan a los jóvenes a convertirse en uno más de una barriada popular, porque sino se es parte de una de ellas, a lo mejor la muerte puede tocar más pronto la puerta. Como me dijo, “el pony” un menor de quince años, quien desde los doce inicio sus actividades delictivas y sueña con ser uno de los “caballos”. Por eso, cada vez tiene que dar más y más “pepasos” (tiros).[4]

“El pony” se hizo parte de la barriada popular por que un amigo le dijo que podía ganar dinero con sólo apretar un gatillo. A él, le pareció, muy fácil. Además, al igual que “el Caballo” no tenía buenas relaciones familiares y la situación económica era muy deteriorada. Fueron muchas las veces en que se acostaron con hambre. “La infancia constituye un mundo diferente. Es un mundo distinto porque no se parece al mundo de los adultos, al que a menudo se opone”[5].

De ahí, que los barrios de estrato uno, dos y tres, sean los más violentos. La situación trasciende la estigmatización, dado que, son las personas de dichos estratos, quienes presentan las condiciones más precarias de vida. Agregado a este factor, la mayoría de los habitantes son desplazados por los enfrentamientos armados que corroen cada vez más y más al país.

Tal como lo manifestó, la investigación realizada en Aguablanca por el Doctor Manuel Rozental Klinger[6] en la que se precisó, que las personas de zonas como estas, son más propicios a cometer actos ilegales, dado que al ser desplazados y no saber otro oficio que el de la tierra, es muy difícil, casi imposible que encuentre un empleo.

Por otro lado, las madres de los jóvenes que pertenecen a las barriadas populares consideran que cuando matan a su hijo, más que el dolor por su partida, experimentan un gran alivio, porque es una forma de encontrarle fin a tantas noches de angustia sin saber donde estaban sus hijos. Ellas y ellos saben, que una vez que se inician en ese “mundo”, en esa forma de vida, es muy complejo que logren renunciar a ella. “La condición humana se caracteriza por nodos de extrema sensibilidad, y suma fragilidad que cada cultura, a su manera, intenta proteger de posibles vulneraciones”. [7]

Por eso, los jóvenes sin diferencia de edad, sienten que el arma un instrumento que los convierte en “dioses”. Obtienen el poder, la autoridad, el respeto y según ellos, como si fuera poco, es la herramienta de trabajo. “Hay que matar para poder vivir”[8]. Por eso, se plantea que <[9]>>

Sin embargo, más allá de la representación social de las armas en una barriada popular de jóvenes caleños, es que dicha organización, resulta ser un espacio, un proceso de socialización, <[10]>> donde por ejemplo, se cuentan los maltratos físicos y psicológicos a los que son sometidos en casa, así, como los trabajos a ejecutar. “Las representaciones sociales tienen una doble función: hacer que lo extraño resulte familiar y lo invisible, perceptible”.[11]

Desde luego, usar un arma otorga poder porque los “más bajos”, se enfrentan con las mal llamadas armas blancas[12]. De ahí, que la cultura sea directamente responsable de la configuración mental y de sus miembros[13].
Es decir que, “el pony” debido a la cultura su barrio a aprehendido que él experimenta el poder, en la medida en que use un arma de fuego y no navajas como lo hacen las pandillas que según él son de un estrato menor que la de él. Entonces, “las representaciones sociales ayudan a los individuos a orientarse en su universo social y material, estos mismos individuos constituyen los elementos de las representaciones”[14].

Por tanto, la violencia y el uso de armas se dan por el afán de sobrevivir en un sistema económico que se preocupa por acumular riquezas para y por las elites antes que buscar el desarrollo del país. Entre más pobreza exista, mayor será el índice de la guerra interna para poder sobrevivir.
Ahora entiendo, porque para “el caballo” me dijo: “el arma: mi seguro de vida”.

[1] Apartes de la entrevista realizada a un joven de veinte años que hace parte de una barriada popular al sur de Cali, cuyo nombre no quiso revelar. Preciso enfáticamente que ya era uno de los “caballos” del grupo. Uno de los jefes porque ya tenía una gran lista de muertos a cuestas.
[2] Ibíd.
[3] SAMPSON, Anthony. Hacia un marco conceptual. Funciones y sentidos de la cultura. Pág. 268.
[4] Apartes de la entrevista realizada a un “pony”. Su seudónimo es porque a penas se esta iniciando en la barriada popular. Cursa octavo en un colegio del barrio y es de padres separados, así como “el caballo” entrevistado líneas atrás.
[5] FARR, Robert. Las representaciones sociales_ ideas y acciones. Pág. 495-506
[6] Apartes de la entrevista realizada al doctor Manuel Rozental Klinger.
[7] SAMPSON, Anthony. Hacia un marco conceptual. Funciones y sentidos de la cultura. Pág. 268.
[8] Esto es lo que se puede percibir de la entrevista realizada a los jóvenes “el caballo” y “el pony”. A pesar de encontrarse en “grados de experiencia” distintos el uno del otro, califican al arma como su objeto más preciado.
[9] PERINAT, Adolfo. Notas sueltas sobre signo, significado y símbolo.
[10] Ibíd.
[11] FARR, Robert. Las representaciones sociales_ ideas y acciones. Pág. 495-506
[12] Apartes de la entrevista realizada al “pony”.
[13] SAMPSON, Anthony. Hacia un marco conceptual. Funciones y sentidos de la cultura. Pág. 268.
[14] FARR, Robert. Las representaciones sociales_ ideas y acciones. Pág. 495-506

No hay comentarios: